22 febrero 2015

CUARESMA, una CELOSÍA para la PASCUA

En mi imaginario de infancia la Cuaresma está velada por ceniza, paños morados y la idea de penitencia. A diferencia del Adviento que estaba impregnado de esperanza y caminos hacia la alegría de la Navidad, parecía que el centro de este tiempo tenía que ser casi obligadamente el pecado. 
Era como una losa para mi frágil sensibilidad de niño enfermo. Yo había sentido el dolor en mi pierna. De niño tuve una coxalgia, enigmática palabra con la que se me ocultaba mi verdadera dolencia: una tuberculosis, término maldito entonces que llevaba en mi caso el calificativo de “ósea”, pues me afectaba directamente a la cadera. Como no existían aún antibióticos, me escayolaron desde la cintura para abajo, lo que suponía llevarla durante un año ser conducido en un carrito y guardar reposo (Luego fue sustituida por un aparto). Semanalmente me conducían a una clínica donde me extraían pus con una jeringuilla de la cadera. Tuve una infancia sin poder jugar ni brincar como los demás niño y protagonizada por un intenso e inolvidable dolor. La vida entonces era para mi ya cuaresma física y calvario impuesto.
Por Pedro Miguel Lamet sj

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