26 enero 2015

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 260

Carta nº 260      Marzo 1903
“Bien quisiera dar una vuelta por esa y poder contarles las cosas todas de Roma, pero tenemos que conformarnos con la voluntad divina, que así lo dispone.”

            Cuantas cosas me hubiese gustado hacer, en cuantas decisiones me hubiese gustado decir unas palabras, con cuantas ganas me quedé esperando. Pero eso es pasado. Eso sólo vale para agradecer. Para levantar la mirada, seguir caminando y aprovechar lo aprendido para el siguiente paso.

            Me quedo con tener que conformarme con la voluntad de Dios, aunque a veces cueste verla con claridad. Y estoy seguro que es muy clara, pero cuesta verlo. Él, dispone la forma de llevar a cargo sus planes, sus proyectos y no interfiere como si fuésemos títeres, sino con su presencia, su consejo, su aliento y su Palabra.

            Nos llama a ser pescadores. ¡Cuántas veces sonaron ayer en nuestras eucaristías la canción “tú has venido a la orilla”!. Es de esas canciones que se canta a pulmón, con corazón, como si fuese de la familia. Y cuando se canta, no es tan difícil trasladarse a aquellas orillas de Galilea, bajo una sobra e imaginar la escena. Y a la vez descubrir que hoy sigue siendo necesario responder a esa invitación.

            La decisión valiente es la respuesta a todas estas cuestiones.
 
            Ser testigos del Evangelio hoy es posible. Y en este caso no cabe el apartado de descafeinado. Es así de sencillo y difícil. Escuchar, llevarlo al corazón y poner manos a la obra. Ese sería el esquema. Y siempre confiar que estamos en buenas manos, que el dispone las palabras necesarias en tu boca para hablar cuando tengas que hablar, y sobre todo te da las herramientas para encontrar aquello que buscas. Lo que no hace es buscar por ti.


            Su voluntad y tus manos son la pareja perfecta. Y hay pareja igual, somos únicos como las hojas de un árbol. Y desde esa voluntad, ponemos en sus manos nuestra oración por Petra, por este momento y por el futuro, siempre en las manos de Dios.

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