La jornada cotidiana transcurre con la fuerza
de lo que sirve. Avanzamos empujados por el viento de lo que se puede utilizar
para cumplir nuestros deberes, para ampliar la comodidad, para el mayor
beneficio y el menor gasto. El ímpetu avasallador de la revolución tecnológica
deja obsoleto el pasado reciente debido a la fuerza real y útil de lo que llega
como nuevo.
En medio de esta vorágine, donde la
información es global y la investigación, desarrollo e innovación sitúan a las
sociedades a la cabeza del índice económico, es posible incluir en nuestra
dieta diaria algunas inutilidades fundamentales que hacen posible dominar tanta
posibilidad. Hablemos de una importante: la oración.
Por Íñigo H. Alcaraz sj
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