“Dios lo remedie todo”
Cuando Dios lo
remedia todo es cuando las cosas, la vida empieza de nuevo. Cuando Dios remedia
nuestras necesidades es cuando descubrimos que podemos empezar de nuevo, con
nuevas fuerzas, con nuevo ánimo. Dios siempre remedia todo lo que nos ocurre,
porque nos quiere, porque nunca deja de ser ese Padre.
Dios
remedia hasta la incredulidad, como a Tomás, como a los que tantas veces
decimos: “si no veo…” Hasta eso remedia con la paciencia del que sabe esperar
porque conoce a la persona, porque la quiere. Y cuando llega el momento de
mostrar su verdad, su única verdad (sus heridas) es cuando decimos como Tomás: ¡Señor
mío!
Dichoso y agradecido
por el don de la fe, por creer sin la necesidad de ver con los ojos que están a
los lados de la nariz.
Y
Dios sigue remediando todo lo que ocurre. Porque las cosas se remedian de muchas
maneras. Hay veces que conviene atajar rápidamente el asunto y acogerlo de
frente sin dudar. Hay otras veces que se remedian escuchando más que hablando,
simplemente estando ahí y siendo capaz de escuchar. Y hay otras donde conviene
dejar un tiempo para que las cosas vayan recuperando su verdadera dimensión
para afrontarlas con la serenidad que requieren. Pero en todos los casos Dios
siempre está junto a nosotros en esos momentos
Y Dios sigue remediando…”
porque muchos otros signos hizo Jesús que no están escritos”. Así es y así lo
creo. Dios no se cansa de ayudar, de remediar nuestras penas, de estar ahí. Y
muchas veces ni lo notamos, ni lo escribimos, ni siquiera lo leemos.
Que Dios
remedie todo lo que nos oprime, lo que nos agobia, lo que supone un peso
excesivo, lo que nos impide verle.
Que Dios lo
remedie y que nosotros nos dejemos remediar. Porque hay veces que parece que no
tenemos remedio. Pero sólo lo parece, ya que para Dios siempre hay una nueva
puerta que nos abre para que podamos encontrar un nuevo sitio, una nueva
oportunidad, un nuevo camino y un nuevo destino.
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