17 marzo 2014

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 223

Carta nº 223    Noviembre 1901
“…eterna salvación; esto es lo que hace feliz al alma y también al cuerpo”

            Cuando la felicidad de alma y del cuerpo se unen, es cuando podemos decir que es auténtica esa felicidad.

            Hoy hablamos de tener objetivos, metas, ilusiones y sueños. Y sin embargo no aparecen en nuestros documentos el fin o la consecuencia de la salvación. Quizá lo vemos como algo que es de fuera, quizá como algo trasnochado, quizá, simplemente como algo que no se lleva. Es normal. Dios nos invita a compartir misión, y la salvación es cosa de Él, porque sólo Él nos conoce de verdad.

            Lo que ocurre es que cuando el alma está feliz, el cuerpo se contagia y no puede dejar de sonreír, hacer el bien, perdonar, invitar,… Es algo contagioso, irremediablemente  contagioso. Por eso necesitamos almas felices. Pero también ocurre al revés. Y lo notamos cuando, a veces, nos sentimos cansados, muy cansados, hasta en extremo de decir: “no puedo más”. Y es cuando en ese momento de silencio sientes una felicidad enorme por ese mismo cansancio, mejor, por la razón de ese mismo cansancio, por aquello que has podido hacer, ayudar o por lo que simplemente has podido escuchar.

            Y en todo esto es cuando Dios nos invita a subir con él a tener momentos especiales, momentos de silencio y escucha, momentos de transformación junto a su transfiguración. Y es cuando aparecen los miedos, los espantos, pero a la vez aparece la palabra de Jesús que nos dice: “levantaos, no temáis”.


            Y esta es la clave para ser feliz. No importa que caigas, no importa que tengas miedo,… Dios siempre está.

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