12 junio 2013

Tras la malnutrición infantil hay una legión de madres destrozadas

Parece una obviedad, pero la manera como los medios de comunicación de masas explican el impacto de la crisis en la infancia hace necesario recordarlo: detrás de cada niño que no puede alimentarse correctamente hay una madre malnutrida y emocionalmente destrozada. Y en muchos casos también hay abuelas, abuelos, padres… Que los niños y las niñas pasen hambre es un drama que pone de manifiesto el estrepitoso fracaso del proyecto político neoliberal y de la respuesta del estado a las carencias de la ciudadanía. Sin duda hay que hablar de medidas paliativas y asistenciales para atender las capas más vulnerables de la población infantil y adulta por imperativo moral y para evitar males mayores, pero la solución a la malnutrición infantil no es la caridad.

Poner el foco mediático en los “pobres niños que no pueden comer” y olvidar las realidades extremas que viven las familias genera una imagen distorsionada de la realidad de los hogares en situación de pobreza. La prensa y la sociología conservadora anglosajona tiene mucha experiencia en la utilización de los dramas de la infancia para estigmatizar y descalificar a sus familias. La imagen de la familia “disfuncional” o “desestructurada” en la que las necesidades de niños y niñas quedan desatendidas por la incapacidad de padres y madres es recurrente, y sirve para justificar el abandono institucional de los barrios y de las familias en situación de exclusión atribuyendo sus desgracias a actitudes, valores y vicios individuales de las propias personas afectadas. 

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