Carta nº 157 Noviembre 1898
“Le voy a decir, hija mía, una cosa, y es que no deje de escribirme; yo
procuraré contestar; pero, si no puedo alguna, no lo tome a mal”
Así de sencillo,
así de humilde y así de claro. Yo haré todo lo que pueda, pero si no llego, no
se enfade, que es que no puedo más. ¿No suena esto a evangelio? No dejemos de
escribir a Dios, no dejemos el contacto personal con Él. Intentemos quedar con
Él, procuremos agregarlo a nuestra red de amigos, de esos con los que podemos
contar las 24 horas. Él siempre está conectado. Vaya chollo de tarifa tiene y
vaya velocidad de respuesta. Y no digo nada de la potencia de comunicación.
Yo
procuraré contestar, yo procuraré hacer todo lo que pueda, yo procuraré …;
pero, Señor, si fallo, si alguna vez no hago todo lo que pudiera hacer, si
alguna vez no veo más que mis propios pies,… no lo tomes a mal. Porque te digo
una cosa, Señor, muchas veces no me encontrarás, no me reconocerás, pero quiero
que sepas algo, quiero que sepas que te necesito para salir de cualquier
situación, que te necesito para descubrir el camino que no me aleje de ti, sea
donde sea, o sea como sea.
Yo
procuraré no dejar de escribir, intentaré escribir tal como siento en ese
momento, tal como soy y lucho por vivir. Intentaré escribir sobre la vida,
sobre lo que acontece, sobre la realidad, sobre la esperanza, sobre el futuro
que sueño. Intentaré escribir sobre lo que una carta y un trozo de ella me van
diciendo. De ahí mi insistencia en la actualidad de estos trocicos, de estas
perlas escritas allá por 1898 y que tanta vida y vigencia tienen.
Yo
procuraré no esconderme, hablar claro con el respeto que aprendí y la libertad
que aprendí, aunque eso me lleve a donde me lleve, porque no busco otra cosa
que hablar de lo que conocí, de lo que aprendí, de los ejemplos que descubrí,
de la vida de las personas con las que viví, de los errores que cometí. Yo
procuraré hablar mientras las fuerzas acompañen, mientras tenga sentido hablar.
Hace
unos días vi una entrevista que le hicieron a una persona que le faltaban los brazos y
parte de las piernas y le preguntaban ¿qué le diría a la gente que busca, que
se desespera, que está triste? Y respondía: Que busquen por qué estamos aquí,
que busquen la razón para seguir caminando, que vean a cuanta gente puedes ayudar,
motivar, que sonrían, eso también es hacer algo por los demás, se trata de
ayudar a encontrar en por qué , el propósito, que busquen sin excusas. Y
presentaba el libro titulado: “Sin excusas”.
¿Cuál
es el sentido de mi vida? ¿Cuál es la razón para seguir trabajando? ¿Para
seguir caminando? ¿Dónde busco cuando estoy triste? Y encuentro la respuesta en
el Evangelio: Jesús es el sentido de mi vida, Jesús da sentido a mi trabajo, es
el que me devuelve la alegría. Y la M. Cándida allana ese camino, despeja dudas
y aclara los obstáculos.
Buen
mes de octubre a todos y mucho ánimo.
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