09 marzo 2012

LA PALMA: TIERRA de JESUITAS

Parecen hechos de una madera especial. Donde se encuentren, en plena selva amazónica o en una parroquia de barrio, en las universidades más prestigiosas o en una escuela prefabricada a las afueras de cualquier ciudad, los jesuitas representan una forma diferente de estar en el mundo. No por la voluntad de señalarse, sino como reflejo del compromiso que supone una vocación que les lleva a vivir permanentemente en la frontera, donde las seguridades se tambalean ante un mundo continuamente en cambio que plantea, de forma permanente, nuevos retos.
De ahí que su entorno natural sean lugares donde la mayoría no se atreve a llegar o, al menos, a hacerlo con el talante del que son capaces los descendientes de San Ignacio de Loyola, ese vasco aguerrido que creó la Compañía de Jesús en la primera mitad del siglo XVI , la orden religiosa que, al menos tras el Concilio Vaticano II, ha hecho el mayor esfuerzo por poner en hora a la institución eclesial, atenta como siempre ha estado a los signos de los tiempos.

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