04 octubre 2010

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 74



Carta nº 74 Junio 1895
“cuanto mayor es mi miseria, más y más espero en la misericordia de Dios”
Allá por el mes de junio de 1895, cuando, imagino, que acabó otro curso donde tendría los problemas de los niños, mejor, de las niñas, añadidos a los de los padres, combinado con los económicos y encima, con la Congregación que seguía en expansión pues ya llevaban desde 1871, es decir, 24 años de camino. Se me ha ido el hilo con tanto detalle. Comienzo de nuevo. Allá por el mes de junio, la M. Cándida, reconocía su miseria y daba un grito de esperanza en la misericordia de Dios.
Confiar en la misericordia de Dios es saberte pobre, débil, humano y desde esa posición abrir los ojos y descubrir a Dios, descubrir a ese Dios cercano dispuesto siempre a amarnos y a decirte con esa voz que llega dentro: ánimo, has hecho lo que has podido, tranquilo, ahora mira y sigue confiando.
Y así vamos descubriendo, con los años, que nos reconocemos importantes para Dios porque nos ama, que nos reconocemos seguros porque somos amados, como dice Carlos Días, existimos porque somos amados.
No puedo separar estas dos palabras: amor y misericordia. Aunque tengan significados distintos van tan unidas que no se pueden separar.
Quiero compartir algo que he leído hace poco y que viene muy bien con las palabras de hoy de la M. Cándida: “Pero como siempre, Dios aprovecha cada pequeña ocasión para hacernos crecer y avanzar. Y esto es lo que he aprendido… Que con la debilidad con la que me he encontrado, he sido capaz de acercarme al otro. Que dejando de ser tan fuerte… es cuando de verdad he podido encontrar al otro. Cuando he sido capaz de dejarme amar, en lugar de solo amar, es cuando … (Joan Soler)
Y hoy, me hace falta reconocer la debilidad y la miseria y esperar en la misericordia de Dios, y confiar, y caminar, y abrir los ojos, y equivocarme, y emprender la tarea de emplear mi tiempo para lo realmente importante.

No hay comentarios: