
Carta nº 38 Abril 1893
“… siempre estábamos dispuestas a trabajar por la gloria de Dios y la salvación de las almas”
“… siempre estábamos dispuestas a trabajar por la gloria de Dios y la salvación de las almas”
Estar siempre dispuesto.
¿Estar siempre dispuesto?
¿Cómo se consigue esto? ¿Es posible? ¿De qué o quien depende?
Muchas cuestiones me plantea esta perla que encuentro dentro de la carta 38. Muchas preguntas que no sé resolver pero con las que me atrevo e intento contestar desde mi experiencia y mi vida.
Estar siempre dispuesto es algo más que una actitud, es algo más que un estado de ánimo. Incluso es algo más que una aptitud, es decir, algo más que una capacidad de hacer algo bien.
Estar siempre dispuesto es tomar una decisión vital y ponerla en funcionamiento. La primera parte ya es difícil, pero unir las dos es sumamente complicado. Por eso es buen momento para echar un vistazo a la historia y buscar a esas personas, de carne y hueso, que fueron capaces de unir estas dos partes.
Vuelvo a leer la frase y me vienen nombres rápidamente a la cabeza que escribo sin pensar más: Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer, Oscar Romero, Cándida Mª de Jesús, la mujer que se levanta muy temprano para preparar bocadillos para unos inmigrantes que van a trabajar y sólo comen lo que les dan, el empresario que a pesar de la crisis siempre tiene una puerta abierta a la caridad, el profesor de religión, joven y vital, que dedica su tiempo a hablar de Jesús hasta que se queda casi sin voz, la catequista que a pesar de las críticas de las vecinas sigue al pie del cañón haciendo lo que puede, … y tantos y tantos nombres y rostros que seguro conocéis.
Hablar de disponibilidad, en estos momentos, es delicado para mí. Pero no quiero eludirlo. Por eso mantengo mi disponibilidad al Evangelio desde un carisma concreto. Por eso mi actitud sigue siendo la misma, pero mi disponibilidad camina en búsqueda. Siento mi disponibilidad a trabajar por la gloria de Dios pero “el mundo es” muy grande y a veces se queda “pequeño para mis deseos”.
La salvación de las almas, la entiendo como estar atento a las necesidades de ese amigo, compañero o desconocido y ser respuesta, preocuparte por conocer y ayudar. Implicarte por el otro como una entera persona, no sólo como un cuerpo que necesita cura o pan. Y es cuando la frase se pone cuesta arriba, pero a la vez es cuando descubres delicias que no se acaban.
¿Estar siempre dispuesto?
¿Cómo se consigue esto? ¿Es posible? ¿De qué o quien depende?
Muchas cuestiones me plantea esta perla que encuentro dentro de la carta 38. Muchas preguntas que no sé resolver pero con las que me atrevo e intento contestar desde mi experiencia y mi vida.
Estar siempre dispuesto es algo más que una actitud, es algo más que un estado de ánimo. Incluso es algo más que una aptitud, es decir, algo más que una capacidad de hacer algo bien.
Estar siempre dispuesto es tomar una decisión vital y ponerla en funcionamiento. La primera parte ya es difícil, pero unir las dos es sumamente complicado. Por eso es buen momento para echar un vistazo a la historia y buscar a esas personas, de carne y hueso, que fueron capaces de unir estas dos partes.
Vuelvo a leer la frase y me vienen nombres rápidamente a la cabeza que escribo sin pensar más: Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer, Oscar Romero, Cándida Mª de Jesús, la mujer que se levanta muy temprano para preparar bocadillos para unos inmigrantes que van a trabajar y sólo comen lo que les dan, el empresario que a pesar de la crisis siempre tiene una puerta abierta a la caridad, el profesor de religión, joven y vital, que dedica su tiempo a hablar de Jesús hasta que se queda casi sin voz, la catequista que a pesar de las críticas de las vecinas sigue al pie del cañón haciendo lo que puede, … y tantos y tantos nombres y rostros que seguro conocéis.
Hablar de disponibilidad, en estos momentos, es delicado para mí. Pero no quiero eludirlo. Por eso mantengo mi disponibilidad al Evangelio desde un carisma concreto. Por eso mi actitud sigue siendo la misma, pero mi disponibilidad camina en búsqueda. Siento mi disponibilidad a trabajar por la gloria de Dios pero “el mundo es” muy grande y a veces se queda “pequeño para mis deseos”.
La salvación de las almas, la entiendo como estar atento a las necesidades de ese amigo, compañero o desconocido y ser respuesta, preocuparte por conocer y ayudar. Implicarte por el otro como una entera persona, no sólo como un cuerpo que necesita cura o pan. Y es cuando la frase se pone cuesta arriba, pero a la vez es cuando descubres delicias que no se acaban.
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