Hace unos días, durante el IV Encuentro Internacional de revistas de
vida religiosa en Bogotá, tuvimos que simular una evacuación en la
Universidad Santo Tomás. Formaba parte de un programa ante los posibles
movimientos sísmicos. Prevenidos, con los primeros sonidos de las
alarmas, comenzamos a salir, nos separamos unos metros de la universidad
y pacientemente esperamos la llamada para volver a entrar porque todo y
nada había pasado. Creí que lo habíamos hecho bien, pero alguien me
dijo que no fue así. En una situación de emergencia hay que pensar en
los más débiles, en las personas que tienen dificultad para moverse, en
los ancianos… En el caso que les cuento, yo y otros muchos como yo,
pensamos únicamente en nosotros y nuestras cosas.
Editorial de Vida Religiosa
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