A los fieles laicos, a las personas consagradas y a los presbíteros de la Iglesia de Tánger: Paz y Bien
Queridos: A esta Iglesia la hizo de frontera la historia, y lo natural hubiera sido que, en nuestra vida de creyentes, esa frontera significase sólo un límite o confín reconocido entre dos Estados soberanos.
Pero injusticia, violencia y explotación han llenado de empobrecidos los caminos del mundo, y, para ellos, muchas fronteras se han transformado en límite impuesto por los poderosos a derechos que son de todos, y en desprecio de derechos particulares que tienen por serlo los pobres.
El egoísmo, la arrogancia, la crueldad, han transformado nuestras fronteras en vallas con cuchillas, en barreras que se pretende infranqueables para los empobrecidos de la tierra, en escenario para una trama de privaciones, enfermedades, heridas y mutilaciones, en cementerio de vidas jóvenes y de esperanzas legítimas.
Queridos: A esta Iglesia la hizo de frontera la historia, y lo natural hubiera sido que, en nuestra vida de creyentes, esa frontera significase sólo un límite o confín reconocido entre dos Estados soberanos.
Pero injusticia, violencia y explotación han llenado de empobrecidos los caminos del mundo, y, para ellos, muchas fronteras se han transformado en límite impuesto por los poderosos a derechos que son de todos, y en desprecio de derechos particulares que tienen por serlo los pobres.
El egoísmo, la arrogancia, la crueldad, han transformado nuestras fronteras en vallas con cuchillas, en barreras que se pretende infranqueables para los empobrecidos de la tierra, en escenario para una trama de privaciones, enfermedades, heridas y mutilaciones, en cementerio de vidas jóvenes y de esperanzas legítimas.
Por Santiago Agrelo OFM
Arzobispo de Tánger
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