Mientras la histeria comenzaba a cundir en España por el primer contagio de ébola fuera de África,
dos países de este continente celebraban con cautela que habían
conseguido atajar el brote. Son Nigeria y Senegal, dos estados muy
distintos a los tres afectados por la epidemia (Liberia, Sierra Leona y
Guinea Conakry) en los mejores infraestructuras sanitarias, mezcladas
con la concienciación ciudadana y la formación de los sanitarios han
resultado cruciales para que la enfermedad no se expandiera.
A Nigeria el virus llegó en primera clase. Literalmente. Lo
llevó Patrick Sawyer, un diplomático liberiano que acudía a una reunión
en Lagos. Fue trasladado a un lujoso hospital privado, donde se
contagiaron algunos médicos que también pertenecían a una clase social
muy alta dentro del país. “Yo creo que esto fue clave para la respuesta
que el Gobierno dio”, explica Fernanda Farelo, antropóloga de Médicos
sin Fronteras que estuvo sobre el terreno en esta crisis.
Por Pablo Linde y José Naranjo
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