«En el Sínodo se respira csai un clima conciliar. La Iglesia se
interroga profundamente sobre sí misma». El padre Antonio Spadaro es uno
de los padres sinodales que fue nombrado por el Pontífice. El director
de “La Civiltà Cattolica”, la revsta de los jesuitas cuyas pruebas son
revisadas en la Secretaría de Estado, se refiere al Ángelus pronunciado
ayer por Papa Francisco: el reino de Dios no tiene fronteras; no puede reducirse a los confines de una “iglesita”, de “nuestra pequeña iglesita”.
¿Se puede esperar alguna novedad del Sínodo en cuanto a la
readmisión de los divorciados que se han vuelto a casar a la comunión?
Se ha abierto un proceso de discernimiento pastoral. La discusión
sobre los divorciados que se han vuelto a casar entra en una visión de
conjunto y no pone en duda la indisolubilidad del matrimonio. El Sínodo
se ocupa de la familia como núcleo vivo de relaciones: hijos, parientes,
amigos… una riqueza en un tiempo en el que parecen prevalecer el
aislamiento y el individualismo. EL divorcio en este sentido es un
momento de fragilidad y de debilidad que se presenta como una grieta en
esta visión. La cuestión de los sacramentos a los que han contraído
segundas nupcias no es el único tema afrontado, pero es uno de los temas
avertidos con mayor intensidad. A pesar de las diferentes perspectivas,
se advierte una búsqueda común para encontrar soluciones posibles. Se
advierte el corazón de los pastores que escuchan las vivencias de los
fieles. Para algunos, el hecho de que la relación entre Cristo esposo e
Iglesia esposa sea el fundamento del matrimonio cristiano hace
sustancial el vínculo entre la eucaristía y el matrimonio. Claro,
¿cuántos matrimonios viven claralemte esta relación? Y, ¿cuál es el
papel de la fe en la validez misma del sacramento? Pero también se ha
dicho que no se puede hablar de un estado de pecado mortal permanente
para el divorciado que se ha vuelto a casar, y se habló también sobre la
posible comunión espiritual. Con base en estas condiciones, es decir
estado de gracia y de comunión, se reflexiona sobre la posible o
imposible admisión a la comunión sacramental a la luz de un
discernimiento pastoral que atienda individualmente las historias de
vida. La cuestión está absolutamente abierta.
Por Giacomo Galeazzi
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