He tenido el regalo de
vivir este 9 de agosto en la casa de Andoain,
ese hogar que tiene tanta significación para todas nosotras y que en
semejante fecha adquiere un relieve muy particular.
Pude encontrarme con
muchas hermanas con quienes no me veo frecuentemente y estas ocasiones me dan
siempre una alegría inmensa y éramos de bastantes grupos y comunidades.
Además también acudió
un grupo de personas del pueblo y antiguas alumnas de otros lugares. Sentí que
era una verdadera fiesta de familia porque nos unían los vínculos cordiales en
torno a Cándida María de Jesús.
Pudimos orar un rato
muy a gusto siguiendo lo que se nos iba proponiendo de esta sencilla pero gran
mujer, desde su tierra y lugar de
origen, vibrando con la fe y confianza
que siempre tuvo en el Señor y ese empuje que trasmitía en favor de los demás.
Pedimos, agradecimos,
cantamos en su lengua y en castellano,
escuchamos su mensaje sabido pero siempre nuevo, guardamos silencio, nos emocionamos …unidas a todas las Hijas de
Jesús dispersas por diversas partes del mundo.
La pequeña casa de
Berrospe se agrandaba sin horizontes; al
calor y fuego del hogar, sentí que no
hay fronteras que puedan cerrarnos en nuestros pequeños círculos sino que por
el contrario, Cándida María de Jesús nos
sigue estimulando en el seguimiento de Jesús,
en ese camino donde El mismo nos acompaña y se nos revela en los signos
de pan y vino compartidos y continúa haciendo que sintamos arder nuestro corazón
en favor de la misión, origen y sentido
de nuestra vocación como Hijas de Jesús.
Después compartimos
algunas cosas ricas que las hermanas de la casa habían preparado con mucho
cariño y seguimos hablando en el clima de familia que nos envolvía.
Gracias, queridas hermanas por esta cálida
celebración.
Eskerrik asko, Jauna.
María Luisa Berzosa FI
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