01 mayo 2016

La abuela de Idomeni que abrió su casa a los refugiados cuando Europa cerraba fronteras

En Idomeni existe un lugar en el que en vez de alambradas hay puertas abiertas, en el que hay abrazos en lugar de porras y gases lacrimógenos, y en el que hay un plato caliente para cualquiera que lo pida, sin importar el pasaporte. Es la casa de Panagiota Vasileiadou, la anciana griega de 82 años a la que los refugiados llaman “abuela” o, incluso, “mamá”.
Panagiota sabe lo que es perderlo todo en una guerra y por eso estira su mísera pensión de 450 euros para que familias de completos desconocidos puedan echarse a la boca algo que comer. A cambio, recibe compañía, sonrisas y besos.

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