Sin paños calientes y sin pelos en la lengua para poner nombre y denunciar los males que acosan hoy a Europa, y con su habitual fuerza, cercanía y cariño para proponer soluciones y reclamar a todos que se pongan manos a la obra. Había altas expectativas en el discurso del papa Francisco al recibir el Premio Carlomagno hoy viernes 6 de mayo, y no ha defraudado. No le ha importado hablar ante los líderes de una Europa “cansada y envejecida” y que parece haber olvidado sus principios fundacionales; al contrario: tenerles delante es la oportunidad que el Papa ha aprovechado para ahondar en mensajes ya pronunciados, pero tan alentadores como urgentes.
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