07 enero 2016

Misericordia aquí y ahora.



Ha pasado la Navidad y es tiempo de volver a la vida cotidiana,  pero no de cualquier manera sino que es ocasión maravillosa de volver a pasar por el corazón ese misterio celebrado:  la venida de Dios al mundo,  ese acontecimiento insuperable de que El mismo quiso poner su tienda de campaña entre nosotros para estar más cerca,  para “perderse”  en el ruido de nuestras calles,  para sorprendernos con otros rostros y actitudes.
Y una actitud para mantener el corazón a punto es la misericordia.  Poner a la otra persona en su justo lugar,  no solamente no despreciarla sino tratarla con la dignidad que se merece. Y  con más urgencia y amor a esas personas que puedan estar necesitadas de mi atención y cuidado si quiero vivir mi fe cristiana con coherencia.
Nos lo recuerda Francisco en “El rostro de la misericordia”
“Jesús, ante la multitud de personas que lo seguían, viendo que estaban cansadas y extenuadas, pérdidas y sin guía, sintió desde lo profundo del corazón una intensa compasión por ellas (cfr Mt 9,36). A causa de este amor compasivo curó los enfermos que le presentaban (cfr Mt 14,14) y con pocos panes y peces calmó el hambre de grandes muchedumbres (cfr Mt 15,37). Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a sus necesidades más reales”.
Ahora cuando retomamos las tareas habituales,  cuando se ha hecho más silencio a nuestro alrededor,  cuando las ciudades adquieren el rostro de la post-navidad con los precios en rebajas …es nuestro momento privilegiado para practicar la misericordia porque cerca o lejos vamos a encontrar personas que no han vivido la navidad como se esperaban:  quizá no se ha dado el espero reencuentro con alguna persona amiga o familiar,  con quien estamos distanciados,  quizá un amor esperado no ha sido correspondido, quizá hemos tenido ruido fuera pero soledad dentro,  quizá …
Dejarnos afectar,  permitir que se conmuevan nuestras entrañas ante el dolor ajeno,  acercarnos a quien llora,  está solo,  se siente abandonado, ha perdido el sentido de su vida,  está sufriendo una crisis sentimental,  no se experimenta amado,  vive sin esperanza …tantas y tantas situaciones inmisericordes que están cerca y quizá no las percibimos porque nuestro centro está demasiado en nuestro yo …
Aquí y ahora,  a la vuelta de navidad,  en tiempo de rebajas,   no negociemos el precio de nuestra entrega,  no hagamos cálculos mezquinos porque es en gratitud y gratuidad.  Abramos el corazón,  ensanchemos nuestra mirada,  alarguemos los brazos,  afiancemos nuestros pasos para acoger,  recibir,  perdonar,  sumarnos …con y desde la misericordia.
¡Feliz y animosa vuelta a la tarea cotidiana! ¡Que en el día a día nos encontremos dando y recibiendo misericordia!.

Mª Luisa Berzosa, FI 

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