Lenguaje de gestos - Comentario de J.A. Pagola al evangelio de hoy
El evangelista Juan no dice que Jesús hizo "milagros" o
"prodigios". Él los llama "signos"
porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver
nuestros ojos. En concreto, los signos
que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza
salvadora.
Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos
los signos. El prototipo de los que Jesús irá llevando a cabo a lo largo de su
vida. En esa "transformación del
agua en vino" se nos propone la clave para captar el tipo de transformación
salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus
seguidores.
Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana
por excelencia, el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la tradición bíblica para
evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de
Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que
da plenitud a las fiestas humanas cuando éstas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de
llenar nuestro deseo de felicidad total.
El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser
saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas
de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la
ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar
al ser humano. Esa religión ha de ser
liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.
No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de
Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es
solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es
necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo
más dichosa la vida dura de aquellos campesinos.
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