Khadim recorre cada día 80 kilómetros en tren para vender camisetas
del Barça. No son las oficiales, sino falsificaciones por las que paga
unos 20 euros la unidad. Si tiene un día bueno, y si la policía no le
confisca la mercancía ni los clientes regatean en exceso, conseguirá
unos 15-20 euros de beneficio después de 12 horas de trabajo. "Son
muchos los días que vuelvo a casa sin nada, sin dinero y sin mercancía",
explica. Vive en un pequeño apartamento de dos habitaciones en la plaza
Sant Jordi (Salou) con cinco compatriotas más. Hasta hace cuatro días
compartía estancia con Mor Sylla, el senegalés de 50 años que murió en la operación policial realizada contra la venta ambulante en la madrugada del pasado miércoles.
Khadim es uno de los más de 1.700 senegaleses censados en Salou
(Tarragona). Mide casi dos metros y está en perfecta forma física. Tiene
32 años, pero aparenta muchos menos. Mira sus enormes manos mientras
habla y cuenta que en su ciudad natal (Saint Louis) era pescador. Llegó a
Cataluña en 2003 buscando una vida mejor. Alternó trabajos en la obra
con los que consiguió los papeles, hasta que estalló la crisis económica
en España. Ahora se dedica al top manta, como la gran mayoría de sus
compatriotas. Es consciente de que la actividad que realiza es ilegal
pero asegura que es su única alternativa. No le gusta el término
mantero. "Nos consideramos vendedores, personas que intentan ganarse la
vida y ayudar a sus familias en casa". Su hermana tuvo mejor suerte.
Obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de La Sorbona de París y
trabaja "dignamente" en Francia. "Prefiero vender camisetas en la calle
que pasar droga. Me avergonzaría tener que mantener a mis hijas con el
dinero de la droga".
Por Clara Gil del Olmo
Foto de Josep Lluis Sellart
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