Lo repiten una decena de veces: "La manta es la única
opción con la que podemos cubrir gastos sin tener que robar o traficar
con droga". "No nos gusta correr todos los días delante de la policía
cargando con telas que pesan varios kilos, nos sentimos como perros.
Pero no tenemos otra opción", cuenta Famara, senegalés de 28 años que
llegó a España en el 2011. "Cada día que salgo con la manta pienso lo
mismo: ¿Cuándo lo podré dejar?", dice a la espera de otro trabajo.
La muerte en Salou de un compatriota
en un registro policial ha hecho que aumente su necesidad de encontrar
una alternativa laboral. "Me ha afectado ese suceso, Mor -nombre del
fallecido- podría haber sido cualquiera de nosotros", critica la
invisibilidad en estos casos de la diplomacia senegalesa, "en este tipo
de sucesos o cuando mueren compatriotas en pateras no sentimos el apoyo
de nuestro país, están desaparecidos".
Por Laura Galaup
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