“El perdón sana”, Tony Mifsud SJ, CEI (Centro de Espiritualidad Ignaciana de Chile), “Ayudas para el Espíritu”, número 9.
Un autor francés (Henri Lacordaire) escribe: “Si quieres ser feliz
por un instante, busca la venganza; si quieres ser feliz para siempre,
ábrete al perdón”. Y la sabiduría oriental dice que si quieres vengarte
hay que cavar dos tumbas, una para el otro y la segunda para ti mismo.
En este artículo se nos invita trabajar el valor del perdón o, más
bien, a recorrer el camino del perdón que capacita para convivir en paz
unos con otros y consigo mismo. Creemos que el perdón es necesario y
seguramente, algunas veces lo hemos experimentado. El perdón es
constitutivo de nuestra fe cristiana, pues creemos en un Dios que
perdona porque es Amor-misericordioso.
La opción por el perdón, en su doble dimensión de perdonarse a uno
mismo y a los otros, es una experiencia muy concreta del misterio
pascual, porque significa morir para vivir, el pasar por la muerte para
poder nacer a la vida.
Las ofensas que hemos recibido o causado en la vida, han dejado
huellas en nosotros. Para hacer un camino de sanación, necesitamos ir
transitando por el reconocimiento de nuestras heridas, mirándolas de
frente y atrevernos a poner delante de nuestros ojos al ofensor y/o al
ofendido.
Necesitamos partir de nuestra experiencia, de lo vivido, de hechos y
sentimientos propios para sacar provecho del valor del perdón. Por
tanto, disponernos a revisar la experiencia vivida y acoger la
experiencia de otros. Trabajando de manera individual, pero también
abordando lo vivido en grupos de compartir.
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