Una serie de acontecimientos que me han sucedido en los últimos días
me han suscitado unas preguntas a/sobre la Iglesia que quiero compartir.
¿Desahogo?, ¿llamada a la reflexión?… Igual algo de todo eso. Pero,
ciertamente, desde el cariño, desde dentro…
1. Con ocasión de una conferencia mía que ha circulado por escrito y
en la que formulaba cinco preguntas, una de las cuales se refería al
“sentir en la Iglesia”, varias personas, de calidad religiosa y humana,
creyentes todas, me han confesado sentirse incómodas con esa pregunta.
¿Por qué? ¿Por qué tanta gente se sigue sintiendo incómoda con y en la
Iglesia? El “efecto Francisco” no lo tapa todo. Es más, muchos tenemos
la impresión de que dicho “efecto” (por llamarlo de algún modo) ha
llegado a la Iglesia española poco y superficialmente, y que más de uno
está esperando a que amaine la tormenta…
2. ¿Por qué la Iglesia es tan torpe o se siente tan incómoda o da una
respuesta tan insuficiente ante los problemas que viven las personas
homosexuales? A propósito de la muerte de Pedro Zerolo,
que ha suscitado miles de comentarios, elogiosos la inmensa mayoría
hacia su persona y lo que significó, comentarios provenientes de todas
las ideologías y posiciones políticas, silencio de la Iglesia. He leído
que el P. Angel rezó un responso y que Monseñor Osoro llamó privadamente
a su marido para darle el pésame. ¿Sólo eso? Es un indicador… También
he leído comentarios de cristianos, situados algunos de ellos en las
antípodas ideológicas de Zerolo, preguntándose por ese silencio. Como he
dicho alguna otra vez, no hablo de la homosexualidad, sino de personas homosexuales.
3. ¿Por qué es tan difícil la comunión en la Iglesia? ¿Por qué se
sigue tratando a los laicos con desconfianza? ¿Por qué la
minusvaloración de la vida religiosa, a pesar de sus limitaciones (que
las tiene) y de su crisis numérica? Os confieso que me indigné hace poco
con un comentario en las redes de un joven sacerdote a propósito de la
marcha de una congregación religiosa de uno de sus colegios, que no
cerraba, sino que pasaba a ser gestionado por los laicos. Los laicos no
son de fiar…. Y de los “flarets i mongetes” (sic) (“frailecitos y
monjitas”) ya no se puede esperar nada. ¡Pues menudo servicio a la
comunión eclesial!
Por Darío Mollá sj
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