Pertenece a la provincia ESPAÑA-ITALIA
Comunidad de Madrid. Casa Mater Purissima
¿Hacer una síntesis de estos 50 años? No, una
síntesis no sé. Desde la distancia que dan los años, recuerdo con gusto muchas
cosas. Lo feliz que fui en el tiempo del noviciado, a pesar de lo duro, y del
juniorado. Entonces empecé a ver todo como una novedad. Empecé a entender que
Dios es más que una idea, a sentirme querida tal y como soy, y a no entender mi
vida en otro sitio, aun sabiendo que hay otros sitios igualmente buenos.
Recuerdo aquel grupo grande de junioras que recién
acabado el Concilio vivíamos intensamente los sueños de aquella aventura
iniciada ya.
Recuerdo cada lugar de destino como si hubiera ido
dejando allí parte de mi vida. De todos tengo experiencias preciosas, y de
todos, experiencia no tan buenas. Las unas y las otras me han servido de mucho.
Me estrené con un “pequeño” fracaso en Andoain. Un curso duré allí. Pero cuánto
aprendí. De lo que me ayudaron las hermanas. Y de mi reflexión sobre la
experiencia. Nunca di la talla como profesora, ni en otras tareas que tuve. Y
me esforcé. Pero, ¿quién puede añadir un palmo a su estatura? Lo que no tiene explicación,
oh milagro, es que algunas cosas hayan salido adelante. Un milagro.
En Burgos emprendimos una nueva forma de vivir la
comunidad, en comunidades más pequeñas donde compartíamos la vida y la fe con
esos deseos de búsqueda de una vida religiosa más visible, más cercana a la
gente…
En todos los sitios, he experimentado que una de
las maneras en que Dios ha cuidado de mí ha sido a través de los hermanos, de
las hermanas. Y eso es lo que yo he querido hacer con la gente que Dios ha
puesto en mi camino. Y cuántas oportunidades de ser cercana, de facilitar en lo
posible al otro lo que estaba a mi alcance. Eso ha ido dando mucho sentido a mi
vivir.
Como todas mis compañeras he vivido la evolución de
los años. Allá por los setenta y tantos, un tiempo de búsqueda respecto a cómo
entender nuestra vida de Hijas de Jesús, y a cómo educar desde la fe. Reuniones
sin parar. Algunas de ellas bastante tensas. Con qué intensidad lo vivimos.
Después la misión compartida. Descubrir el papel de los laicos para entenderles
no como colaboradores sino como compañeros corresponsables en la misión, que se
tradujo en una nueva comprensión de la Iglesia, del laico, de nosotras las
Hijas de Jesús. Y empezamos a dar los primeros pasos. En la formación y en la
práctica.
En el último año de Burgos, la tarea del cole me
superaba. Me operaron de un meningioma en Valladolid. Ocasión de ponerme de
lleno en manos de Dios. En la vuelta al
trabajo me costó la relación con los alumnos. Así se me hizo más llevadero el
tener que ir a Alaejos, a cuidar a mis padres, posibilidad ésta que tanto
agradezco a la Congregación; además del permiso, la forma de hacerlo: enviada
en misión.
Todo regalo de Dios. Hoy puedo decir sorprendida,
casi con pudor, que estoy casi más contenta que cuando empecé. Es una alegría
distinta la de hoy. En todo caso más profunda. Más consciente de que en Jesús
todo lo tenemos.
Si tuviera una segunda oportunidad, sé lo que
haría: Entrar en la Congregación. Pero muchas cosas las viviría de modo
diferente, con más espíritu. Y priorizaría siempre lo importante; algo he
aprendido de la experiencia.
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