10 abril 2015

El PODER de una SONRISA

Si tuviera que quedarme con una imagen que reflejase nítidamente el valor de la felicidad sin duda navegaría sobre el mar de mi imaginación la de un rostro humano dibujando la silueta, no disimulada, de una sonrisa, tan natural como la vida misma, sin ser simplemente una pose de cara a la galería. La sonrisa es un don que no todo el mundo puede esgrimir como razón máxima del vivir, porque, obviamente, motivos para la desesperanza, “habelos hainos” (según el dicho sapiencial galaico, es decir: los hay; la evidencia clama al cielo). Pero no cabe duda que la verdadera sonrisa es aquella que fluye como el manantial de las entrañas de la tierra, sin complejos, sin obstrucciones, sin pensar si es políticamente correcto.
Admiro sobremanera a las personas que saben sonreír de verdad, con expresión sincera, como reflejo del corazón. Máxime si lo hacen viviendo situaciones adversas, inmersas en dificultades. Una sonrisa así es síntoma de triunfo frente a la adversidad. Es un triunfo frente a la vida misma y sus circunstancias aflictivas. Una sonrisa así es un don entregado, practicado, compartido. Aprender a sonreír no es fácil, es toda una sabiduría que no se aprende ni en la mejor universidad del mundo. La sonrisa de corazón, la verdad, la que no busca sino entregarse, no tiene precio. Resulta hasta curioso, lo normal es que la persona afablemente sonriente no pueda disfrutar de la contemplación de su sonrisa, de su rostro. Son otras personas las receptoras de ese regalo de la naturaleza que sólo el ser humano se honra en poder acoger en el reino animal. Pero la sonrisa hace bien, mucho bien, a quien la contempla, pero también a quien la sustenta, porque sonreír es un auténtico beneficio para la salud.
Por Paco Castro Miramontes OFM

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