En un mundo que tira comida (hasta un tercio de la que produce, según el Banco Mundial)
el hambre de hoy es, como dice el escritor Martín Caparrós, “la más
canalla de la historia”. Porque, al contrario de lo que ha sucedido en
otras épocas, se puede evitar. Mientras que más de 800 millones de
personas en el mundo sufren esta canallada, los cubos de basura, tanto
de países pobres como ricos, siguen alimentándose con toneladas de
alimentos: recién recogidos de los campos, envasados, cocinados y
crudos, por problemas de precios, de estética, de ineficiencias del
sistema o de falta de concienciación. Por causas que son solucionables,
porque hoy no existe un problema de producción, como se temían los
investigadores unas décadas atrás, sino de reparto.
Una treintena de expertos en la materia —de ámbitos
académicos, de consumidores, institucionales, de la industria…— se
reunieron en Oviedo la semana pasada para encontrar e implementar
algunas de estas soluciones. El II Encuentro de la Alianza contra el Hambre y la Malnutrición de España
presentará sus conclusiones definitivas en junio. Pero en su clausura,
el pasado 22 de abril, ya esbozaron algunas de las líneas en las que se
basarán.
Por Pablo Linde
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