11 febrero 2015

Un manual para hacer homilías "ni largas ni cortas"

¿Qué católico no se ha aburrido alguna vez en misa durante una homilía? ¿Quién no se ha preguntado cómo es posible que algunos sacerdotes hagan unos sermones tan poco atractivos? Las preguntas no son nuevas. Voltaire le dedicó a la cuestión su sarcasmo: «La elocuencia sacra de las prédicas es como la espada de Carlo Magno, larga y plana». Montesquieu, por su parte, consideró con sorna que «lo que los predicadores no saben en profundidad, lo dan en longitud». En sus casi dos años de pontificado, Jorge Mario Bergoglio ha dado varias muestras de que le preocupa la mala calidad de una parte de las homilías que cada día les toca tragarse a los sufridos fieles. Abordó el problema en su exhortación apostólica «Evangelii Gaudium», en la que dijo que la alocución del presbítero durante la misa «no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración». En una muestra del interés que le suscita esta cuestión, Francisco le dedicó a las homilías 25 de los 288 apartados de la «Evangelii Gaudium».

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