Que una institución sea denominada think tank ha venido a ser marca de prestigio, tal vez porque la globalizada expresión inglesa es
caprichosamente eufónica, más colorida que nuestro castellano “tanque
de pensamiento”. Aunque no solo de “pensamiento” va el asunto, sino de
dinero y de presión política.
El tema viene a colación porque la Universidad de Pennsylvania (coloquialmente, la Penn) ha publicado su ranking de think tanks
(TT) más influyentes en 2014, una variedad de listas que recogen los TT
según su mayor impacto en EE.UU., pero también en comparación con los
de otros países, así como el registro de estas entidades por región
geográfica y campo de estudio.
Conocemos así que el estadounidense Brookings Institution encabeza el top ten
de los seleccionados, seguido por el británico Chatham House, y por el
Carnegie Endowment for International Peace y el Center for Strategic and
International Studies, también norteamericanos, en cuarto y quinto
puesto. Una institución belga, una sueca y otra británica se “cuelan”
tímidamente en el grupo, donde se insertan otras tres de EE.UU. —como
para no dejar duda sobre la nacionalidad de los seleccionadores—. No es
sino hasta el puesto 58 que encontramos a una institución española, el
Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona (CIDOB).
Por Luis Duque
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