A los Presidentes de las Conferencias Episcopales
y los Superiores de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
y los Superiores de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
En marzo del año pasado instituí la Pontificia Comisión para la
tutela de menores, anunciada ya en diciembre de 2013, con el fin de
ofrecer propuestas e iniciativas orientadas a mejorar las normas y los
procedimientos para la protección de todos los menores y adultos
vulnerables, y he llamado a formar parte de dicha Comisión a personas
altamente cualificadas y notorias por sus esfuerzos en este campo.
El siguiente mes de julio, en la reunión que tuve con algunas
personas que han sido objeto de abusos sexuales por parte de sacerdotes,
me sentí conmovido e impresionado por la intensidad de su sufrimiento y
la firmeza de su fe. Esto confirmó una vez más mi convicción de que se
debe continuar haciendo todo lo posible para erradicar de la Iglesia el
flagelo del abuso sexual de menores, y abrir un camino de reconciliación
y curación para quien ha sufrido abusos.
Por estas razones, he añadido el pasado mes de diciembre nuevos
miembros a la Comisión, en representación de las Iglesias particulares
de todo el mundo. Y dentro de pocos días, todos estos miembros se
reunirán en Roma por primera vez.
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