Del Diccionario de la Real Academia Española: “añagaza”: artificio
para atraer con engaño. En nuestro caso, artificios para ocultar o
desvirtuar el evangelio. Dicen que “espirituales”…
– Las palabras solemnes para ocultar las cosas sencillas, las
palabras complicadas para ocultar la claridad del mensaje evangélico.
Claro: si hablas sencillo, “éste no sabe teología”. Si no citas tras
cada frase o pones no sé cuántas notas a pie de página, “éstas son
opiniones sin fundamento”. Los mil matices: “digo, pero claro hay que
tener en cuenta, y esto no siempre; aún así habría que ver, etc, etc,
etc”: al final de tanto matiz (y de tanto mareo) no queda nada. El Jesús
del evangelio no perdía mucho tiempo en matizar, y eso les ponía
nerviosos a los rabinos “¿de dónde saca eso? ¿qué nos va a decir un
nazareno a los de Jerusalén?
– La compartimentación, dividir el evangelio en compartimentos para
especialistas, con más negociados que un ministerio… El negociado de lo
social: ya se sabe, para aquellos que visten de cualquier modo y no
rezan; el negociado de la liturgia: ya se sabe para aquellos que cuidan
el detalle y la ceremonia, pero lo demás no tanto; el negociado de los
de la doctrina: todo lo tienen claro y no pierden tiempo escuchando, y si la realidad cuestiona la doctrina, pues peor para la realidad (es decir, para las personas que la sufren).
¿A qué negociado adscribimos a Jesús? Me temo que es “inadscribible”,
porque a Él le importa todo el hombre, porque el evangelio es unidad
como la persona humana…
Por Darío Mollá sj

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