El día después de que unos
integristas islámicos asesinaran a tiros a doce personas en París,
Naciones Unidas hizo público un informe denunciando que en la República
Centroafricana se está produciendo una limpieza étnica de musulmanes. Para
los europeos, justamente sumidos en el dolor y la indignación ante la
masacre de Charlie Hebdo, esta segunda noticia ha pasado desapercibida.
Miles de personas han sido asesinadas en la República Centroafricana
desde que hace dos años un grupo rebelde mayoritariamente musulmán, la
Séléka, se alzara contra el Gobierno desde sus bases en el norte. Tras
ocupar la capital, Bangui, los Séléka se lanzaron a una brutal campaña
de crímenes y saqueos, provocando la creación de otro grupo armado, los
Anti-Balaka, conformado en su mayor parte por cristianos y animistas. Lo
que en principio era un episodio más de lucha por el poder y los
recursos en un país que ha vivido ocho golpes de estado desde su
independencia, se envenenó pronto con tintes religiosos. En diciembre de 2013 los Anti-Balaka arrebataron el control de Bangui a los Séléka y dio comienzo la venganza.
Por Gonzalo Sánchez Terán
Director del Servicio Jesuita a Refugiados en República Centroafricana
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