Como Vida consagrada se nos llama a escudriñar nuevos caminos de
encarnación del Evangelio y a no perder la capacidad de discernir los
movimientos de Dios, que guía nuestro camino, reconociendo en los signos
pequeños y frágiles la presencia del Señor de la vida y de la
esperanza.
(Cf. Escrutad, 7).
Queridas hermanas: ¡Ha llegado la Navidad! ¡Volvamos a Belén! ¡Miremos
el pesebre! Como mujeres consagradas, contemplemos esta escena tan
sencilla que es capaz de cambiar nuestro horizonte. Recordemos que la
Iglesia nos está invitando a seguir en el camino y a plantar tiendas
ligeras en las encrucijadas de nuestro mundo, a estar en el umbral,
lugar donde el Espíritu gime y donde Jesús sigue naciendo hoy; allí
donde nosotras no sabemos ya ni qué decir, ni hacia donde orientar
nuestras esperas, pero donde el Espíritu nos revela las manifestaciones de Dios,
nos desafía a proseguir con pasión y con paso veloz y alegre el camino,
llevando en el corazón las esperanzas de nuestro mundo.
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