11 noviembre 2014

SUBVERTIR la ECONOMÍA

La vida es una larga cadena de causas-efectos de las cuales frecuentemente sólo vemos lo que asoma en la superficie. Iba yo dándole vueltas un tanto ensimismada a este  pensamiento cuando en un vagón del metro, justo  al salir de la estación de Lavapiés, una mujer marroquí me agarró del  brazo apurada y casi sin voz me dijo: “Ayúdeme señora, me voy a caer. Estoy mareada”. Salimos juntas en medio del gentío propio de un viernes por la noche y como pude la ayudé a sentarse en un banco en el andén mientras improvisaba un abanico con unos folios para darle aire. Poco a poco el “mareo suburbano” fue pasando. Le propuse acompañarla a urgencias o llamar al SAMUR y ella me dijo que no, que no estaba enferma, que su mal era otro y me contó entonces la causa de su malestar. Su nombre era Jadiya, era de Casablanca. Vivía en España desde hacia doce años. Sus dos hijos habían nacido aquí y ella era madre y padre a la vez, porque hacía ya mucho tiempo que su marido les había abandonado. Desde hacía cinco años trabajaba en una empresa de limpieza y aunque su contrato era de media jornada la verdad es que trabajaba 12 doce horas diarias sin apenas descanso. Una vecina también marroquí cuidaba de sus hijos mientras ella estaba fuera de casa y les daba de comer, pero ayer tuvo que ir al colegio del pequeño por una asunto urgente y aunque avisó a la encargada que iba a llegar un poco más tarde, ésta le había dicho hoy que se pasara mañana a recoger el finiquito por la oficina de la empresa. 
Por Pepa Torres

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