05 mayo 2014

Falsos contrarios

Hay palabras que no son contrarios, pero las usamos como tales. Esto trae sus complicaciones, porque al final nos lían y nos olvidamos que comenzó siendo literatura, juego, mera apariencia. Cuando las palabras cubren la realidad, en lugar de mostrarla, ya hay un serio problema. Cuando las palabras no están al servicio, sino que son las protagonistas, nos convertimos en trabajadores a sueldo, una especie de esclavos reducidos.

No digo mucho más. Existen. Por ejemplo, sexo y amor. Nombramos una, sin ánimo de ofender a nadie, para ocultar a la otra. Y sirve en una dirección tanto como en la otra. Lo de dinero y felicidad, que lo comprendo, me parece abominable. Sobre todo cuando se pronuncia impasiblemente en altas esferas, en el norte. Gente rica que dice no serlo, como siempre ha sucedido en los cuentos sobre uraños empresarios, ahorradores compulsivos.

Otra buena es libertad y obediencia, o libertad y trabajo. No sabemos lo que decimos, ni a qué juegan con nosotros cuando hablamos así.

Escándalo me produce que izquierda y derecha tengan que estar condenadas a criticarse en la sociedad, cuando ni siquiera se escuchan. Son solo etiquetas, muchas veces, para que la gente se posicione frente a su hermano.

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