Es difícil plasmar en palabras la
experiencia que hemos vivido durante el mes de agosto en el Internado de las
Hijas de Jesús en Buen Retiro, Bolivia. Era un 31 de julio cuando nos
encontramos todas en Madrid. Cada una veníamos de un sitio diferente: Burgos,
Madrid, Elche y Segovia y con una historia a nuestra espalda, dispuestas a
iniciar la aventura. Las ganas, en mi caso, no acompañaban demasiado, pero fue
pisar el país y en seguida se transformaron en deseos de quedarme allí y no
quererme marchar.
Comunidad de Buen Retiro (Bolivia) |
Nuestra
llegada a Bolivia, después de un viaje con algún que otro percance, fue
estupenda. Todas las Hijas de Jesús nos acogieron como si fuésemos de la
familia. Durante todo el mes nos han cuidado y mimado, tanto que hasta han
conseguido que lo difícil pareciera algo más fácil. Hasta en los momentos de
enfermedad, en mi caso han sido parte importante de la experiencia, (con visita
al Hospital incluida; al fin y al cabo de una ciudad hay que conocerlo todo,
que sino parece que la visita se queda a medias), han conseguido que la dureza
de estar fuera de casa y en otro país, fuese más llevadera. Los muchachos del
internado fueron amorosísimos. Al principio, como son muy tímidos y reservados,
no se atrevían a hablarnos, pero con el paso de los días empezaron a perder la
vergüenza y ya se iban atreviendo a preguntarnos cosas, a pedirnos ayuda con
las tareas, bromeaban con nosotras… Nosotras íbamos aprendiendo nombres y
estrechando lazos con ellos, lazos que hicieron que se nos escapase alguna
lágrima en la despedida.
Nuestra
labor durante el mes consistió en ayudar a los profesores del colegio de Fe y
Alegría durante las mañanas, en sus clases. En mi caso, por ser de ciencias,
estuve con los profesores de física, química y biología y por las tardes ayudábamos
en el internado con las deberes del cole, algún día hemos ido a la huerta, ayudamos
con las cosas de cocina, hicimos juegos… sin olvidar los momentos que a lo
largo del día compartíamos con las hermanas y entre nosotras risas, charlas,
cantos… También me tocó en algún momento ejercer como fisioterapeuta, incluso
de enfermera, con puesta inyecciones
incluida, pero como diría San Ignacio “en todo amar y servir”.
No
podemos olvidar que hemos estado en el mes de las fiestas patrias. Hemos
asistido a desfiles para celebrar la Independencia, muestras de bailes
regionales, izadas de bandera con su correspondiente himno, del que al final conseguimos cantar alguna que otra estrofa, hemos vivido la Entrada de la Virgen en Quillacollo y hemos participado en la Entrada de Capinota con nuestro querido Tinku (baile típico de Bolivia), que al principio se nos resistía y al final también, pero nosotras pusimos todo nuestro amor y ganas para bailarlo.
Baile del Tinku en las fiestas de la Virgen de Urkupiña |
El sentimiento
que me aflora al recordar este mes es de profundo agradecimiento;
agradecimiento a Dios por todo el bien recibido, porque nos ha acompañado y se
ha hecho presente en esta experiencia. Y agradecimiento a todas las personas,
tantos rostros, que han hecho posible este mes, sobre todo a las Hijas de Jesús
por su cariño y acogida.
Elaborando la masa para hacer el pan en el internado |
Alicia
Cuesta Gómez
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