25 julio 2013

Francisco: "Tendamos la mano a quien se encuentra en dificultad"

De retorno a Río de Janeiro, después de haber presidido la concelebración eucarística en el Santuario de Aparecida, el papa Francisco llegó de visita al Hospital “São Francisco de Assis na Providência de Deus - V.O.T. (Venerable Orden Terciaria)”, una estructura sanitaria para la recuperación de los dependientes al alcohol y las drogas, así como para la asistencia médico-quirúrgica de indigentes.

A su llegada, hacia las 18.30 (hora de Río), el santo padre fue recibido por las altas autoridades del hospital. Luego quiso detenerse a rezar en la capilla del hospital, para encontrarse posteriormente en el patio central con los miembros de la Venerable Tercera Orden de San Francisco de la Penitencia, así como con los médicos, enfermeros y agentes sanitarios, los pacientes y sus familiares.

Después del saludo del arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Orani João Tempesta, y del director de la estructura, padre Francisco Belotti, dieron su testimonio dos pacientes del hospital, quienes le entregaron a Francisco algunos regalos.
Acto seguido, el papa dirigió un discurso que reproducimos a continuación.

Querido Arzobispo de Rio de Janeiro
y queridos hermanos en el episcopado;
Honorables Autoridades,
Estimados miembros de la Venerable Orden Tercera de San Francisco de la Penitencia,
Queridos médicos, enfermeros y demás agentes sanitarios,
Queridos jóvenes y familiares,
Buenas noches

Dios ha querido que, después del Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, mis pasos se encaminaran hacia un santuario particular del sufrimiento humano, como es el Hospital San Francisco de Asís. Es bien conocida la conversión de su santo Patrón: el joven Francisco abandona las riquezas y comodidades para hacerse pobre entre los pobres; se da cuenta de que la verdadera riqueza y lo que da la auténtica alegría no son las cosas, el tener, los ídolos del mundo, sino el seguir a Cristo y servir a los demás; pero quizás es menos conocido el momento en que todo esto se hizo concreto en su vida: fue cuando abrazó a un leproso. Aquel hermano que sufría era «mediador de la luz (...) para san Francisco de Asís» (cf. Carta enc. Lumen fidei, 57), porque en cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo que sufre. Hoy, en este lugar de lucha contra la dependencia química, quisiera abrazar a cada uno y cada una de ustedes que son la carne de Cristo, y pedir que Dios colme de sentido y firme esperanza su camino, y también el mío.

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