
Alegría por encontrarnos acogidos en la generosidad y hospitalidad de una familia, que no conocíamos y que nos abrió las puertas de su casa como si de la nuestra se tratara. Alegría por reconocernos en otros, al compartir al mejor Amigo en clave de familia. Es curioso: cuando conoces a un amigo en el Señor, es como conocer a un amigo mutuo de tu mejor amigo. No necesitas mucho más, ambos tenéis algo especial y valioso en común que os avala mutuamente. Encontrar a Dios en todas las cosas es apasionante, pero reconocerle en la mirada de alguien con las mismas necesidades que tú, eso no se olvida.
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